¡Qué alegría, qué alboroto, la Uve se ha roto!

Anochece… sabes que hoy es el día en que las sombras darán paso a los colores que mejor saben excitar tu loca imaginación perdida… trescientos sesenta y cuatro días no son suficientes para prepararte para ese momento que, cada año, llega implacable:

¡¡¡LAS FIESTAS DE TU PUEBLO!!!

¿Cómo es que año tras año regresas puntual a la cita concertada con los feriantes Eslavos, y no sólo eso, sino que, a pesar de su colilla mal encendida, su pelo largo y rubiograsiento, su curtido cuero cubierto de chanantes tatuajes tribales y su cara de Toxicómano-Apenas-Reinsertado-En-La-Sociedad, eres capaz de confiarle tu Vida durante un peliagudo minuto y medio (cronometrado) que dura la “atracción”, a una persona a la que en condiciones normales arrojarías unas monedas en la puerta de un VIP’S? Ese es el Misterio de la Feria.

Porque, aunque cerremos los ojos a esa Aterradora Verdad, realmente podemos Morir en medio de chirridos de metal recalentado y aceite lubricante. Prueba de ello que todos los años algún grupo de adolescentes pierde la Vida al soltarse un brazo del Pulpo o al salir disparados los vagones de la Uve contra un puesto de Tiro al Blanco, en el que (seguro) un joven enamorado está perdiendo todo su dinero en quedar como un inútil sin puntería en un infructuoso intento de conseguir una rana Gustavo gigante a su hastiada juani.

Así es. Tras esa mala pinta, los Feriantes poseen grandes conocimientos de Antropología. Hasta el más descamisado de ellos sabe que una oferta tan jugosa como la posibilidad de acceder al la compra de una fabulosa Minimoto o un Perrito Piloto, o incluso una maravillosa Batería de Cocina, es atractivo suficiente para que bandadas de Gente luchen por juntar las tres fresitas ganadoras. Y si la oferta no es bastante, un tío que se desgañita, pero misteriosamente no pierde la voz ni el ánimo, añade el elemento Espectáculo que tanto gusta a la Masa.

(continuará)