Qué alegría... II

¿Este año no han estado tan bien, verdad? No, no lo sé… Uau, qué bonito! Niño, estáte quieto, papi, así no veo… A Nico le da miedo, mejor me lo llevo, nos vamos todos? Hala, Vero y el Isma se están enrollando!!Uuuuuuuuuuuuhhh!!!!!!! Es el último año que vengo, de verdad… Pero, cuánto están durando????

Sin embargo, por encima del pregón, el pasacalles y las carreras de ancianitos, hay algo que transforma las fiestas en Fiestas, un acontecimiento imprescindible: los Fuegos Artificiales. Se trata de un evento de tal calado que consigue agrupar a todo el pueblo en un descampado embarrado y que arranca durante media hora las más tiernas exclamaciones de asombro entre la multitud. Gracias a los inevitables aditivos de que se acompañan (niño que llora, árbol que estorba, niño que llora y estorba subido a los hombros de su padre) casi se consigue que los espasmos musculares y la tortícolis pasen a un segundo plano.

Se trata de un espectáculo familiar, casi infantil, que dejó hace tiempo de sorprender a los adultos, por ello los adolescentes, borrachos ya, se aburren y desean irse, pero se sienten moralmente obligados a hacer lo que todos, estar allí con el cuello doblado. Así que pronto se dedican a hacer gracietas y a molestar, a gritar, a incordiar y a poner de manifiesto lo tremendamente aburrida que es la situación (de lo cual nos damos cuenta sin ellos, pero oírlo de viva voz es deprimente, casi grimoso). Sin embargo, la atracción que ejerce sobre nosotros es demasiado intensa, irresistible, y allá vamos todos como ovejas…

El cuerpo necesita tomar energía de algún lado para cubrir tantas emociones. ¿De dónde la saca? Pues además de la bebida (con la que no nos meteremos), de los deliciosos pollos asados que giran ensartados en largas hileras de espitas (aconsejamos el de más abajo, recibe los chorritones de grasa que caen de los de arriba); y la saludables patatas fritas de a cinco euros la bolsa, regadas con una buena porción de mayonesa o salsa barbacoa, hábilmente colocadas al lado del grupo electrógeno. ¡Buen provecho!